Autor: Diana Giraldo
Llegamos al final de la contienda electoral más sucia de la que tenga memoria. Si algo le faltó a esta carrera por la Presidencia fue decencia. Poco a poco la contienda electoral se convirtió en una pelea callejera, en donde el insulto, la camorra y la desinformación dominaron la aspiración de Óscar Iván Zuluaga y de Juan Manuel Santos.
Pero llegó la hora de elegir y como dicen, eso es lo que hay. Los colombianos deben votar y decidir a quién le entregarán las riendas del país para los próximos cuatro años. Aunque estemos hastiados de lo vivido, hay que votar, pues es la única manera de que decidan los ciudadanos y no los votos amarrados de los políticos. Y mi voto hoy es para Juan Manuel Santos.
Mi razón es sencilla: nunca, en los más de 50 años de conflicto, se había llegado tan lejos en la posibilidad de que las Farc entreguen las armas. Lo que pretenden los uribistas, una derrota armada, es un imposible. Llevamos cinco décadas intentándolo y ante el fracaso, es la obligación de todo mandatario intentar una salida negociada. Por lo menos hay que intentarlo. ¿Que es justo que estos secuestradores, violadores y extorsionistas no paguen 60 años de cárcel? No. Si algo merecen, es la cadena perpetua. Pero la única realidad es que solo mediante una justicia transicional otras naciones en conflicto han podido lograr la paz. Nadie va a entregar las armas si a cambio le dan 60 años de cárcel. Es el precio que una sociedad debe pagar a cambio de terminar de una vez por todas con esta guerrilla miserable. Además hay una cosa que todos parecen ignorar. Todo lo que se negocie en La Habana debe refrendarse mediante el voto. Así que si no nos gusta, pues no se aprueba. Pero intentémoslo.
¿Otra razón? Zuluaga le ha mentido al país de manera descarada. Sus chuzadas, la forma como ha llenado el proceso de paz de mentiras y el discurso pendenciero que adoptó, hacen imposible votar por él. Además, es un candidato que no tiene una sola idea propia. Es solo el avatar de Uribe, quien adoptó la desinstitucionalización y el irrespeto por las normas como máxima de Gobierno. Y una sociedad así es inviable.
Tomado de Vanguardia.com
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