Autor: Miguel Angel Pedraza
Por estos días se conmemoran los aniversarios por la muerte de tres personajes que marcaron historia en la vida nacional, asesinados vilmente por las peores fuerzas oscuras de toda delincuencia. Y hoy esos crímenes ostentan lamentablemente un denominador común: la impunidad.
Hace treinta años fue baleado en esta ciudad el médico Carlos Toledo Plata, quien entregó su vida a las causas de los menos favorecidos y quien luego se convirtió en cofundador del movimiento M-19. Se recuerda su lucha y su voz por la igualdad y el poder democrático, en épocas de oscura represión estatal. Pero su muerte quedó impune.
Hace veinticinco años fue asesinado Luis Carlos Galán, otro santandereano, quedando sin esperanza un país dominado por las mafias del narcotráfico. Galán era el hombre, pero su lucha contra la corrupción fue desatendida por la clase política. Quedaron su rectitud, su probidad y su intachable ejercicio público, aunque muchos no sigan el ejemplo.
La impunidad del caso Galán es alarmante y vergonzosa en la historia jurídica de la nación. Su investigación fue manipulada por una policía judicial indigna, llevando hasta la cárcel a gente inocente. Los principales testigos fueron asesinados, aparecieron tardíamente otras versiones y existe en los anales de la justicia una condena todavía no convincente. Aún la sociedad reclama por los responsables.
Y hace quince años mataron a Jaime Garzón, quien desde su tribuna generó una esplendente crítica humorística contra las bajezas políticas y la doble moral del país. Pero la investigación sobre su asesinato sigue ahí, entre las sombras de la venganza paramilitar y las fuerzas del orden. ¡Qué espanto!
Tres crímenes infames y tres vidas truncadas, pero la tragedia nacional sigue. Como siguen el narcotráfico y la corrupción, la pobreza y la desigualdad; como sigue la indolencia y la indiferencia de muchos. Así como siguen la injusticia y la impunidad.
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